Esmeraldas, 22 de agosto
de 2013
POR
FRANCISCO SÁNCHEZ YASCARIBAY
Los seres humanos, tenemos la capacidad de
indagar, discernir y trascender. La responsabilidad moral de promover nuestro
progreso y bienestar, en interconexión e interdependencia con el medio social y
la naturaleza, como un todo. Que en el marco de alcanzar nuestra verdadera
posición, se requiere utilizar en todos los asuntos humanos, la justicia, la
unidad, la cooperación y la consulta, como instrumentos de nuestro desarrollo.
En concordancia con nuestro grado de madurez
humana, en el referéndum del 2008, expresamos nuestra decisión de construir una
nueva forma de convivencia ciudadana, en diversidad y armonía con la
naturaleza, para alcanzar el buen vivir, el sumak kawsay.
Tratando de olvidar la trágica noche neoliberal
y el pasado de acometimiento de delitos de “ecocidio” que registra la historia
universal, libre y voluntariamente, nos impusimos reglas constitucionales para
implementar un nuevo modelo de economía, respetar los derechos de la
naturaleza, garantizar la conservación de la biodiversidad, eliminar la
actividad extractivita en las áreas protegidas y en zonas declaradas como
intangibles, y reglas como el de reafirmar que somos un Estado constitucional de
derecho, cuya soberanía radica en el pueblo.
Los ecuatorianos, bendecidos por la creación,
conservamos un parque selvático, muy rico en biodiversidad, denominado el
parque Nacional Yasuní, con una extensión de 9820 kilómetros cuadrados, ubicado
entre Pastaza y Orellana, entre el río Napo y el rio Curaray. Parque que
mediante Decreto Ejecutivo 552, del 29 de Agosto de 1999, fue declarado, zona
intangible, con el propósito de no interferir en los territorios de los grupos
aborígenes no contactados que habitan en el mismo y mantener la reserva de la
biosfera alejada de la explotación petrolera.
Con el argumento de que el “mundo nos ha fallado” “el mundo es una gran hipocresía”, al no apoyar financieramente la iniciativa Yasuní - ITT, que consistía en conseguir de la comunidad internacional una compensación de 3.600 millones de dólares a cambio de mantener bajo tierra por un tiempo indefinido el recurso no renovable (petróleo) existente en la Amazonía ecuatoriana, específicamente en un sector del Parque Nacional Yasuní ubicado entre los cuadrantes de exploración petrolera Ishpingo, Tiputini y Tambococha. El señor presidente Rafael Correa Delgado, en cadena nacional, nos anuncia que explotará el petróleo en una área no mayor al 1 por mil del parque Yasuní, para obtener recursos por un monto aproximado de 18.000 millones de dólares que se destinarán a reducir la pobreza e implementar obras de interés nacional.
Con el argumento de que el “mundo nos ha fallado” “el mundo es una gran hipocresía”, al no apoyar financieramente la iniciativa Yasuní - ITT, que consistía en conseguir de la comunidad internacional una compensación de 3.600 millones de dólares a cambio de mantener bajo tierra por un tiempo indefinido el recurso no renovable (petróleo) existente en la Amazonía ecuatoriana, específicamente en un sector del Parque Nacional Yasuní ubicado entre los cuadrantes de exploración petrolera Ishpingo, Tiputini y Tambococha. El señor presidente Rafael Correa Delgado, en cadena nacional, nos anuncia que explotará el petróleo en una área no mayor al 1 por mil del parque Yasuní, para obtener recursos por un monto aproximado de 18.000 millones de dólares que se destinarán a reducir la pobreza e implementar obras de interés nacional.
Visto que la decisión tomada por el gobierno, pone entre dicho, los principios y normativas constitucionales que apostamos en el 2008. Y, siendo que la preservación del ambiente, la conservación de los ecosistemas, la biodiversidad y la integridad del patrimonio genético son aspectos de interés público. Es fundamental que la Asamblea Nacional, convoque una consulta popular, para definir, si reafirmamos o no lo que ya decidimos en el referéndum del 2008 cuando aprobamos la Constitución y nos impusimos el desafío de ir hacia la construcción de un nuevo modelo de desarrollo, que por un lado nos conlleve a reducir la dependencia petrolera y a diversificar la producción. Por otro, examinar nuestros hábitos y nuestras actividades domésticas, comerciales y de ocio desde el punto de vista del impacto ambiental y de la justicia social. Eso son nuestros desafíos trascendentales que debemos comenzar a reflexionar y consensuar los mecanismos para lograrlo. Aquello significaría que estamos avanzando hacia niveles más alto de nuestra madurez humana.
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