jueves, 31 de octubre de 2013

RECOGEN DE LA INMUNDICIA LA LÁPIDA DEL CORONEL LUIS VARGAS TORRES.

El sábado 14 de julio de 2012, cuando escuchaba el programa radial “el alcalde y su ciudad”, que se difunde por la radio “La Voz de su Amigo”, me entero que el articulo intitulado “Deshonra a mártir esmeraldeño Coronel Luis Vargas Torres”, publicado en el blog brisadelpensamientosocial, con fecha 8 de julio del presente, causó el efecto esperado. El primer personero del gobierno autónomo descentralizado del cantón Esmeraldas, acudió al llamado de ir hasta el sector de Codesa , a recoger la lápida del coronel Luis Vargas Torres, que se encontraba tirada en el suelo desde hace algunos años, en medio de la inmundicia y la indiferencia de algunos ciudadanos que ignoran el gran valor cívico que representa el Coronel Luis Vargas Torres en la identidad esmeraldeña y ecuatoriana. Bien por el alcalde que acaba, al menos en este hecho en particular, de dar muestra cívica de honrar la memoria del Coronel Luis Vargas Torres al acudir personalmente a levantar la lápida y trasladarla a un mejor sitio. Un segundo paso de revalorización cívica que debe dar el gobierno autónomo descentralizado del cantón Esmeraldas, es restaurar la lápida recuperada y colocarla nuevamente en el mausoleo, en su sitio origina,l en medio de un acto cívico. La réplica de la lápida que sustituyó a la original, debe ser sacada del mausoleo. Pues, es una réplica mal lograda que desfigura el rostro del mártir esmeraldeño. Por otro lado, creo que la municipalidad de Esmeraldas, debe realizar un inventario de las piezas históricas para saber dónde y en qué condiciones están y proceder a su recuperación y valorización cívica.

DIVERSIDAD CULTURAL - MESTIZAJE ESMERALDEÑO





miércoles, 16 de octubre de 2013

EVANGELIO OPROBIOSO CONTRA LA GUERRA DE CONCHA



POR FRANCISCO SÁNCHEZ YASCARIBAY.

Con sorpresa he leído los artículos del señor Gustavo Pérez Ramírez, intitulados: “Centenario de la guerra más cruel”, publicados en el diario El Telégrafo, con fecha 29 de septiembre y 13 de octubre de 2013, y me percato que entre líneas  y a la ligera, alejado a la realidad, se atreve  a tergiversar la real motivación de la guerra de Concha y a calificar la misma de “guerra despiadada”. Buscando con el evangelio bárbaro, rasgar con afrenta la identidad histórica de Esmeraldas y provocar un sentimiento de culpabilidad y vergüenza por la noble gesta revolucionaria, en la juventud.

Para nadie es desconocido que a raíz del vil y cruel asesinato de Alfaro y sus leales compañeros, el pueblo ecuatoriano sufrió uno de los más grandes traumas que registra la historia. Que a partir de enero de 1912, se agudizó la crisis social y empezó a decaer abruptamente, los valores humanos. El pueblo vivía bajo un régimen que llegó al poder lleno de codicia y sangre. Un gobierno que no tenía miramiento en pretender vender parte de nuestro suelo patrio por ambición  y sed de poder. En definitiva, se vivía en medio de un estadio histórico desafiante, que demandaba de una respuesta para retomar los principios  y más valores trascendentales. Y,  fue el pueblo esmeraldeño, liderado por Carlos Concha Torres, a quien le tocó asumir el reto y responder el desafío histórico con dignidad.  La guerra de Concha fue una respuesta de un pueblo culturalmente diverso frente a los actos de tiranía, barbarie, corrupción y crímenes cometidos por Leonidas Plaza Gutiérrez. No fue una guerra de un grupo étnico en particular ni su motivación esencial fue étnica, como  pretende insinuar la fuente del señor Gustavo Pérez Ramírez.  Tampoco fue una guerra de guerrilleros autómatas, viles, sanguinarios, sin raciocinio y sin conciencia crítica, como para darle a la guerra de Concha el calificativo de "guerra despiadada". La guerra en sí, fue un acto de nobleza, hidalguía y valor. Fue una acción necesaria para tratar de coadyuvar a  la construcción de la paz y  empezar erigir un nuevo proceso de resarcimiento de los valores humanos y bienestar del país. 

Tal como algún momento el tirano Leonidas Plaza Gutiérrez, explotara inicuamente la muerte del coronel Enrique Valdez Concha, para desprestigiar la gesta revolucionaria de Concha, el señor Gustavo Pérez Ramírez, pretende oprobiosamente utilizarla para cuestionar el liderazgo del coronel Carlos Concha y la denominación de la guerra.  A ello, vale decir, el hecho de que Enrique Valdez Concha, sobrino de Carlos Concha, guiado por su propio modelo mental e intereses, haya combatido contra Carlos Concha y haya muerto combatiendo, no quiere decir que es inapropiado denominar la acción popular “guerra de Concha”, ni cuestionar el liderazgo de Concha por no haber tenido un liderazgo absoluto. El liderazgo absoluto no existe,  habida cuenta que no se conduce objetos, sino ciudadanos valiosos con capacidades de discernir y trascender y con significativo aporte a la causa. Carlos Concha en realidad nunca tuvo un liderazgo absoluto y no por ello se debe cuestionar  su mérito y rol de líder dentro de la lucha armada, ni mucho menos cuestionar su denominación, sin tener argumentos validos.

Con respecto a Enrique Valdez Concha, vale recordar que este coronel, que pese a pregonar haber tenido  amistad y lealtad incondicional con don Eloy Alfaro y Pedro J. Montero, se puso al frente de los malsanos intereses de Leonidas Plaza Gutiérrez, aquel  que conspiró y asesinó a Eloy Alfaro.  Recordemos que Valdez Concha, formó parte del Consejo de Guerra que terminó descuartizando e incinerando y arrastrando el cadáver de Pedro J. Montero.  Recordemos también,  que  soldados del ejército “constitución” de la que formaba parte el coronel Valdez Concha, saquearon, asesinaron y violaron a gentes indefensas del poblado de Rioverde.  Él, en definitiva defendía  el oprobio, la afrenta a la patria. Los conchistas, la dignidad, la justicia y el honor. Por el honor y la dignidad, se vive o se muere, ese es un desafío humano. 


Esmeraldas, 16 de octubre de 2013.

sábado, 5 de octubre de 2013

PATRIMONIO CULTURAL DEL PUEBLO ESMERALDEÑO



Por Francisco Sánchez Yascaribay
 
Con el ánimo de motivar a nuestras autoridades a cuidar el patrimonio cultural e histórico del pueblo esmeraldeño, y exhórtalos a invertir recursos para edificar monumentos rememorativos de pueblos nativos extinguidos, que son parte de nuestras raíces y que están excluido de nuestro patrimonio cultural; presento este pequeño trabajo que recoge los monumentos que se han construidos en cada uno de los cantones de la provincia de Esmeraldas, resaltando sus tradiciones y raíces.

Es importante enseñar a las personas a sentir amor por sus raíces y orígenes culturales, aprender a utilizar su leguaje nativo, promover sus artes y sus bailes y seguir cultivando aquellas tradiciones suyas que están de acuerdo con principios universales,

“Sin una “conciencia de la historia, identidad cultural y solidaridad social, cada persona se siente aislada de las demás. Entonces, es difícil formar grupos que trabajen juntos para mejorar las condiciones de vida o que los individuos se sacrifiquen para el progreso y bienestar de todo el grupo”.











jueves, 3 de octubre de 2013

CICATERÍA RACISTA CONTRA LA GUERRA DE CONCHA

Por Walter León Rivera

En la edición del Diario El Telégrafo del domingo 29 de septiembre de 2013 se publicó el artículo “Centenario de la guerra más cruel” de Gustavo Pérez Ramírez.  
Mucho habría que decir sobre la falta de rigor histórico y los graves errores conceptuales que contiene el artículo, pero, por razones de espacio, me permito formular solamente estas observaciones:
  1. El título del artículo califica a la Guerra de Concha como “la más cruel”.  El adjetivo “cruel”, según la primera acepción que registra el Diccionario de la Lengua Española, significa “que se deleita en hacer sufrir o se complace en los padecimientos ajenos”.  Crueles fueron los que en enero de 1912 en Guayaquil y en Quito, después de someter a grandes sufrimientos a indefensos prisioneros –entre ellos Eloy Alfaro-, los asesinaron brutalmente, arrastraron sus cuerpos en las calles, los descuartizaron y los quemaron en plazas públicas.  Crueles fueron los que ordenaron y ejecutaron el bombardeo contra la ciudad de Esmeraldas en febrero de 1914 y causaron la destrucción parcial de la ciudad y sus alrededores; pero ahora un columnista de este diario lanza el calificativo de cruel contra toda una gesta patriótica, no contra los que cometieron los crímenes de lesa humanidad de 1912 o el crimen de guerra de 1914.  Así invisibiliza a los criminales, a los crueles, y los mete en un mismo saco con los que combatieron por liberar a nuestra patria de los crueles que la dominaban.  En la historia republicana del Ecuador, ninguna crueldad ha superado a los horrendos crímenes de 1912 y 1914; pero fueron los asesinos de entonces y sus aliados los que endilgaron el calificativo de ‘crueles’ a los combatientes liderados por Carlos Concha, un hombre forjado en la escuela de Alfaro, que se caracterizó por el trato humanitario y generoso con los vencidos.  Ni siquiera los detractores más recalcitrantes de la Guerra de Concha, han podido demostrar que los revolucionarios fueron crueles; sólo se ha podido demostrar que los hombres dirigidos por Concha fueron valientes, diestros en el machete e incluso temerarios en los combates, pero no crueles.  Los pocos casos en que la propaganda placista atribuyó actos crueles a los revolucionarios, no han resistido un análisis serio.  Calificar como “la guerra más cruel” a la Guerra de Concha, le hace el juego a los criminales que organizaron la orgía de sangre y de crueldad de 1912.         
  2. El señor Pérez dice que “El 24 de septiembre se cumplió el primer centenario del inicio de la mal llamada Guerra de Concha”, es decir, empieza descalificando injustamente al líder de la gran gesta de Esmeraldas, como en su tiempo lo hicieron los asesinos de Alfaro, que temblaban ante la posibilidad de que triunfe la insurrección.  Los pueblos, con frecuencia, han dado el nombre de sus líderes a muchas gestas; y en el caso que nos atañe, la tradición popular de todo un siglo ha consagrado con el nombre de Revolución de Concha o Guerra de Concha a la más larga y justa guerra de la historia de la República. Con ese nombre la conocieron y la reconocieron desde 1913, no sólo quienes combatieron y ofrendaron su vida liderados por Carlos Concha, sino que así la conocieron y la reconocieron todas las generaciones posteriores.  Hasta los adversarios la conocieron con el nombre que le dio la tradición popular, pero esos adversarios se dieron a la tarea de calumniar a los revolucionarios, de negar los altos ideales patrióticos que los inspiraron, e invisibilizar y desprestigiar al prócer que los encabezó con admirable valor y sacrificio.  Es penoso que, a un siglo de distancia, sin ningún rigor histórico, alguien pretenda nuevamente invisibilizar al líder y desprestigiarlo con afirmaciones sin sustento, que sólo por limitaciones de espacio no analizaré detenidamente aquí.  Si siguiéramos el razonamiento de las personas que descalifican el nombre de Guerra de Concha, no podríamos llamar Revolución Alfarista a la que lideró Alfaro, a pesar del amplio consenso alcanzado durante un siglo.  Tampoco podríamos llamar Cristianismo al milenario movimiento religioso ni a la doctrina que se le atribuye a Cristo; ni luteranismo al movimiento reformador encabezado por Martín Lutero; ni Revolución Sandinista, al movimiento inspirado en los ideales del patriota nicaragüense César Augusto Sandino; ni marxistas leninistas a los partidos y movimientos inspirados en las doctrinas de Marx y Lenin. En el caso que nos ocupa, el liderazgo, el pensamiento y los principios de Carlos Concha dieron identidad a la gloriosa insurrección que lleva su nombre; y los altos ideales de esa insurrección quedaron plasmados en el Manifiesto que Concha expidió en Tachina el 27 de septiembre de 1913.  A ese Manifiesto y a los hechos históricos debidamente acreditados, debemos remitirnos, no a la imaginación del señor Pérez o de la persona que el señor Pérez toma como fuente, en un penoso ejercicio de cicatería cívica.  
  3. La rebelión no llegó a la sierra norte bajo el liderazgo de Carlos Alfaro, como dice el señor Pérez; el líder fue Carlos Andrade.  Tampoco es cierto que los capitanes Castro, Mena, Torres y Otoya fueron liderados por Carlos Concha y su medio hermano Luis Vargas Torres en la guerra de 1913-1916.  ¿Cómo, si Vargas Torres había muerto en 1887, o sea, 26 años antes de que empiece la Guerra de Concha?  Asombra la confusión del señor Pérez.
  4. También asombra que el señor Pérez acoja como cierta la versión de que el 100 % de la tropa revolucionaria era de negros y negras; que incluya entre los afroecuatorianos a los capitanes Castro, Mena, Torres y Otoya, y al comandante Hermógenes Cortés.  He allí una descomunal falta de rigor y  una grave concesión a una burda forma de discriminación racial, un revanchismo que no sólo pretende negar méritos a los que no eran negros, sino que además, pretende encontrar afroecuatorianos donde se le antoje, aun entre personas cuyos rasgos físicos evidenciaban lo contrario.    
  5. Afirmar que los afroecuatorianos aprovecharon el “desencuentro liberal” para luchar contra el concertaje, pretende invisibilizar la indignación nacional contra los crímenes; no tiene fundamento en un estudio serio de la historia; y además, agravia a los afroecuatorianos, porque los presenta como incapaces de indignarse ante las crueldades cometidas en 1912, o ante la mutilación del territorio nacional, o ante la venta de la patria a países vecinos, o ante el peligro de que el Ecuador pierda las islas Galápagos, o ante la escandalosa corrupción del gobierno de Leonidas Plaza.  Según el señor Pérez, nada de eso podía conmover a los afroecuatorianos, sino sólo el concertaje.  Así coinciden con los que desde 1912 han pretendido invisibilizar el abominable asesinato de Alfaro y sus compañeros, la corrupción y la venta de la patria.  Además, él y su fuente asumen como cierto que los afroecuatorianos eran crueles, es decir, aceptan lo que decía la propaganda de la antipatria entre 1913 y 1916.                
Atentamente

Walter Rivera León
Presidente del Comité Pro Conmemoración
de los Cien años de la Guerra de Concha
Céd. 0800304339

POR LO FUERO DE LA IDENTIDAD HISTÓRICA ESMERALDEÑA

POR FRANCISCO SÁNCHEZ YASCARIBAY.

El 29 de septiembre de 2013, por el diario El Telégrafo, sin rigurosidad histórica y con el propósito de desvirtuar y renegar la real motivación de la Guerra de Concha,  se publica un artículo intitulado “Centenario de la Guerra más cruel” de autoría del señor Gustavo Pérez Ramírez.

 El Artículo del señor Pérez Ramírez, entre otras cosas, expresa que: la Guerra de Concha, está mal denominada. Que Concha fue un “latifundista esmeraldeño”. Que la acción armada del 24 de septiembre de 2013, fue una lucha étnica de un pueblo hermano habido de libertad.  Que “la historiografía oficial endosa sin más el legado histórico a Carlos Concha y esquiva la presencia de los comandantes  Federico Lastra y Hermógenes Cortés”. Además afirma que el Coronel Luis Vargas Torres participó en  la Guerra de Concha. A ello es necesario aclarar y comentar lo siguiente:

Es lamentable que el prejuicio, acompañado de una falsa reivindicación racial, impida apreciar a plenitud la dimensión y grandeza  de la más noble y digna  gesta revolucionaria, liderada por el librepensador, Coronel Carlos Concha Torres. 

Los registros históricos nos recuerdan, que por lo general las minorías creativas  han sido las que han generado con su visión trascendental,  los cambios en el transitar de la convivencia humana. Los pueblos han buscado y seguido a sus redentores que se han encontrado en las minorías creativas, cuando estos se han conectados con sus aspiraciones  y valores. Fue el pueblo, reconociendo los valores, principios y  liderazgo de Carlos Concha, quien llegó a denominar a la incursión, Guerra de Concha.   

Con respecto al peyorativo “latifundista esmeraldeño”, no hay registro que señale a Concha como un latifundista, explotador, esclavista, sin conciencia ni sin compromiso social con los excluidos, como se pretende insinuar con el uso del peyorativo. Por el contrario, existen registros que nos hablan de la gran valía espiritual de Concha. El transitar histórico de Concha ha estado guiado por su conciencia y principio humanista, más allá de su pigmentación de piel. Su gran liderazgo catalizó, despojándose de bienes materiales, la lucha por los derechos de las personas, sin miramiento alguno de su condición racial y social.

Con relación a la etnicidad de la guerra y su motivación, cabe recordar que la Guerra de Concha, no fue una acción armada de un grupo  étnico  en particular, con motivación reivindicativa étnica. La Guerra de Concha fue una acción patriótica con la participación mayoritaria de un pueblo culturalmente diverso, que  iluminado  bajo el faro de la honra, la dignidad y solidaridad, tomaron las armas para exigir sanción contra los asesinos de Alfaro, defender la heredad territorial y  frenar las olas de corrupción placista. Vale recordar que  Esmeraldas desde siempre fue y es, un jardín social multicultural, que desde antes de la colonia estuvo habitada por pueblos extinguidos por  el coloniaje, como: los Capaces, Atacames, Niguas,  etc.   

Es errado afirmar que  “la historiografía oficial endosa sin más el legado histórico a Carlos Concha…”. Por el contrario, la historiografía oficial desde siempre ha pretendido apagar el fulgor del verdadero significado de la gesta revolucionaria del 24 de septiembre de 1913, difamando a Concha, como a Hermógenes Cortez y al mismo Federico Lastra, a quien lo han señalado como el más feroz sanguinario.

Vale aclarar también que el Coronel Luis Vargas Torres, nunca estuvo involucrado en la Guerra de Concha, pues él había sido asesinado el 20 de marzo de 1887 en Cuenca.

No nos prestemos a renegar la Guerra de Concha ni ayudemos a confundir a las generaciones que requieren sentirse orgullosa de su identidad histórica. La Guerra de Concha es parte de nuestra identidad que debemos valorar y respetar.

Aliento a los jóvenes a buscar la verdad, pues ella es una de las virtudes que engrandece al hombre. Que el verdadero buscador, emprende su camino, despojado  de todo apego confuso y efímero, de todo amor u odio para evitar caer en el error.