martes, 25 de marzo de 2014

VERSOS DE LA AUSENCIA

Por Lcda. Carmen Mercedes Rivadeneira Busto



   I

Hijos,
una espina profunda
 me lastima
en vuestra ausencia.
Es el tiempo que se fue
con las mieses
que no pudimos
disfrutar unidos.
El tiempo que se marcha
 y no extermina
lo pútrido
de este ahora
que nos toca.
Que corroe con angustia
a la esperanza.
Que, no voy a mentirles,
 salpica de inquietud
mis pensamientos;
 porque,
perdón, perdón,
perdón;
porque me aterra
que el monstruo omnipresente
 sorteando
sus innumerables garfios
les llegue
y los mutile.
Aquel monstruo insaciable
 que pretenda
 engullirse los principios
que celosamente
 cultivamos,
a cambio de prebendas.

Que les borre en la memoria
que el arribismo
es miserable atajo
que el cinismo
y la mediocridad
escogen.

Que los vuelva soberbios,
insensibles,
 vanidosos.
Que permita
que abusando
de la oportunidad
de la ventaja,
los haga que mal miren
al humilde. 

Que no les importe
su injustísima suerte.
Que solo aprovechen,
en despreciable gesto,
 para engordar
el mezquino interés
contra el de todos.

Hijos,
 no quisiera decir;
pero trepido,
 con tan solo la idea
de que mi vida
pueda volverse
un doloroso espacio
al que la tristeza
amarga
me condene
por si la condición
de ustedes,
entrapada
en la falta de solidaridad,
en el arbitrio
 contra la justicia,
 en el cálculo
que la fe lesione
de los crédulos
o que violente
el sincero amor
de otra persona,
los torne
en indeseables,
enemigos de la raza humana
y de su entor
no.

Hijos,
sé que la hipocresía
y la deslealtad,
 la envidia, la ambición
y la falencia,
símbolos ruines de nuestra contemporaneidad,
jamás tendrán
 lugar
 en vuestro espíritu.
Perdonen, mis amores,
que me inquiete
y los aturda
con las cavilaciones
que me agobian.

Bien sabemos
que la buena semilla
que sembramos juntos,
 con el amor
que en la distancia crece,
prodigará sus frutos
a la vida.
Que la limpidez
de vuestras actuaciones,
en enorme
y merecido respeto,
 hará que brote
 mi entrañable cariño.