jueves, 17 de junio de 2010

Apropósito de Banano Amargo


Hace poco, me leí la novela “Banano Amargo”, del esmeraldeño Don Julio Estupiñán Tello, reeditada por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador Sede Esmeraldas, en febrero de 2010. Obra literaria de carácter social, llevada al teatro con mucho entusiasmo, profesionalismo y empoderamiento por el dramaturgo español Joaquín Díaz Hoyos.

Aunque la novela describe la idiosincrasia del hombre esmeraldeño de la época del boom bananero, así como su contexto natural, cultural y económico; y, desnuda el resquebrajamiento moral de la sociedad y de sus instituciones públicas, religiosa, políticas y privadas, que veladas por la sed de poder, la codicia y corrupción, quebrantan leyes y principios morales sin importarles llevar a la banca rota a sus hermanos de especie y destruir con su impacto de “desarrollo” los bienes de la creación.

El autor de Banano Amargo, no desaprovecha la oportunidad para tratar de anclar en la memoria del pueblo y en la inocencia de la juventud, la espina de la difamación, desprecio y animadversión por la Revolución de Concha, a través de uno de los personajes de la novela, cuando expresa: “… llegando a comprender más tarde, que aquella montonera maldita no fue inspirada por ningún ideal, por ningún anhelo noble. Que el nombre de los Alfaro y del Partido Liberal sólo fueron invocados para encubrir hechos dolosos, para satisfacer venganzas por medios de crímenes y latrocinios y para mantener y ampliar el dominio feudal que tanto daño ha hecho a la provincia a través de la historia”. Pretendiendo con el sutil mensaje, confundir, desorientar y enseñar a renegar esta parte trascendental de la identidad histórica del pueblo esmeraldeño.

Vale recalcar ante la infamia, que la Revolución de Concha que todos los esmeraldeños deben de manera obligatoria estudiar, valorar y honrar para lograr un sentido de su pasado, de sus raíces y de su historia, constituyó un espacio en demanda de la justicia, el honor, la lucha contra la corrupción, el despilfarro y, en defensa de la heredad territorial.

No hay que olvidar que Leonidas Plaza Gutiérrez, que había llegado al poder a sangre y fuego, era el principal implicado del horrendo magnicidio cometido contra Alfaro el 28 de enero de 1912. Tampoco hay que olvidar que Leonidas Plaza, pretendía negociar las Islas Galápagos. Ni mucho menos debemos olvidar que este tirano mandó a bombardear a la ciudad de Esmeraldas, sin importarle la existencia de niños, niñas, mujeres y ancianos. El sanguinario de Plaza estaba manchado de sangre y vestido de corrupción. Era necesario tomar las armas para defender el honor de la patria, por ello, debemos sentirnos orgullosos de tan noble gesta.

Enseñar a renegar la identidad histórica y a preferir la sumisión, el silencio cómplice, y la deshonra, antes que la lucha por la justicia, la dignidad y la rebeldía a la tiranía, constituye un acto de traición que no debemos dejar pasar desapercibida.

Esmeraldas, junio de 2010.

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