Por Francisco Sánchez Yascaribay
Un día como hoy, 20 de marzo de 1887, luego de un inmoral e inconstitucional juicio impuesto por el Gobierno de Caamaño, fue fusilado en Cuenca, Ecuador, el coronel Luis Vargas Torres. Héroe y mártir de la revolución alfarista que el 6 de marzo de 1883 venció en Esmeraldas a la fuerza del Dictador Ignacio de Veintimilla y proclamó al General Eloy Alfaro como Jefe Supremo de Estado.
El esmeraldeño, Coronel Luis Vargas Torres, fue un hombre desprendido del bien material y amante al cultivo de valores y principios éticos supremos. Convencido y empoderado de su sentido y propósito de vida, puso a disposición de la revolución alfarista, su fortuna y su modesto pensamiento. Adorno sus palabras con acciones puras y nobles. Obligado por la circunstancia, se convirtió en un insurgente que tomó las armas para cimentar la paz y la justicia social, velada por el búho del fanatismo clerical, la corrupción administrativa, la degradación moral y la tiranía.
Un gran maestro espiritual Persa, `Abdu´l-Bahá, en su libro, El Secreto de la Civilización Divina, nos ha enseñado que: “La extrema vileza del hombre es que viva inerte, apático, insensible, comprometido solo con sus propios bajos apetitos. Cuando él es así, tiene a su ser sumido en la más profunda ignorancia y salvajismo, hundiéndose más abajo que las brutas bestias”. “Una conquista puede ser algo muy loable, y hay veces en que la guerra es el poderoso fundamento de la paz, y la ruina, el instrumento mismo de la reconstrucción”.
De acuerdo con estas sagradas palabras, que nos explica cual debe ser nuestro deber supremo, podemos sostener que el Coronel Luis Vargas Torres cumplió con su rol histórico y propósito de vida. La lucha armada que emprendió él y Alfaro, fue necesaria, moral y noble.
Vargas Torres fue diputado por Esmeraldas en la Asamblea Constituyente de 1883. Después de haber sido deportado a Lima, en Loja fue Tomado preso. En cuenca fue encarcelado y estuvo con los pies cargados de grillos, más tarde, asesinado y arrojado en un barranco. Su cadáver no podía tener acceso a un ataúd ni a una sepultura en el cementerio por el odio religioso. Sus restos fueron trasladados a Esmeraldas en marzo de 1953, luego de haber reposado en la ciudad de Guayaquil.
He aquí el pensamiento del Coronel Luis Vargas Torres:
“Materia es por demás conocida, y todos los publicitas modernos están acordes y enseñan, que la soberanía reside en el pueblo, y que es por su voluntad, y no por la divina, que existe el Gobierno, quien no es más que un delegado, ejecutor de su voluntad; y que aquel como legitimo y único soberano de su territorio puede removerle y sustituirle, máxime, si ha sido impuesto por la fuerza o no ha correspondido a sus deseos y aspiraciones”.
“En mala hora nos legó España su política conventual; y felices, muy felices seríamos hoy si las nuevas Naciones no hubiesen seguido en eso las huellas de la Madre - Patria; pero, por desgracia, no sucedió así, y cúpole a la del Ecuador llevarse la palma y sobresalir entre sus hermanas, hasta llegar a ser hija predilecta del Dios del Vaticano”.
“Es imposible que una Nación pueda prosperar a la sombra del terror y del fanatismo católico: la experiencia nos enseña, y viendo estamos que, en el mundo civilizado, son las más atrasadas, las naciones donde imperan esos dos resortes del retroceso”.
“Cuando se acusa ante la vindicta pública a un ciudadano cuyos actos pertenecen a la Nación, es indispensable comprobar el crimen del acusado para que las leyes o la sanción social le castigue”.
“Si los pueblos se aprovecharan de las indagaciones de la historia e investigaran las causas de su decadencia, propicia les fuera la suerte que les señala la naturaleza…”.
“… Quiera Dios que el calor de mi sangre, que se derramara en el patíbulo, enardezca el corazón de los buenos ciudadanos y salven a nuestro pueblo”.
Esmeraldas, 20 de marzo de 2010
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