El 28 de enero de 1912 en Ecuador, seres desnaturalizados acabaron salvajemente con la humanidad de Eloy Alfaro, uno de los más grandes hombres de la historia del Ecuador. Arrastraron, descurtizaron e incineraron su cuerpo.
Los criminales, mimebros de la alta cúpula del gobierno de Carlos Freile Zaldumbide, planearon ese brutal asesinato, motivado por la ambición de poder, la diatriba y los prejuicios religiosos y políticos.
El fatal y perverso crimen conllevó a que la patria ecuatoriana, caiga en el fango de la denigración moral, emcubrimiento, corrupción, demagogia y el desgobierno. Herencia denigrante que los asesinos de Alfaro, cómplices y herederos de estos victimarios, nos han legado durante dodo el siglo XX, causando trauma en el tejido social ecuatoriano.
Estamos a pocas horas para cumplirse los 98 años de este canibalismo hecho histórico que desdice del comportamiento humano y no se ha hecho justicia a Eloy Alfaro, por el contrario se ha tratado de falsear la verdad, ocultando a los verdaderos responsables del crimen.
Ningún gobernate hasta ahora ha emitido un pronunciamiento oficial de reconocimieto, que el víl asesinato contra la humanidad de Eloy Alfaro, fue un crímen de Estado. Ni ha pedido perdón por ello. Tampoco se ha exigido cambiar el texto del acta de defunción del General Eloy Alfaro, en donde ha quedado registrada una vil infamia: la de responsabilizar al pueblo por el crímen.
Es hora de reinvindicar el honor y honra del General Eloy Alfaro. Reconociendo que el aberrante crimen, fue un crimen de Estado, cometido por Leonidas Plaza, Carlos Freile Zaldumbide, José Cevallos, Carlos R. Tobar, Octavio Días, Juan Benigno Vela, Alejandro Sierra, en complicidad con los Diarios la Prensa, El Comercio, Constitución, y la Iglesia.
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